El
mulo Darcy Ribeiro
Wanderlino
Arruda
El
lanzamiento de la Segunda
novela de Darcy Ribeiro "El
Mulo" en la Academia
Montesclarense de Letras,
en una descontraída
noche de un jueves de diciembre,
fue un reencuentro de alegría
y de contrastes, con un amado
y temido hijo de la tierra
al derramar en los oídos
de miel y la hiel de santas
herejías y virtudes.
A veces tierno, enfermo de
romanticismo extrañado
hijo de Doña Finiña
Silveira otras veces demolidor,
preñado de una fuerza
belicosa, hermano de Mário
Ribeiro, o compulsivamente
creativo, primo espiritual
de Konstantin Christoff.
Es
que Darcy Ribeiro nació
poco adaptado al modo y a
la forma de ser de los mineros,
nunca acostumbrado al silencio,
al retraimiento, por el contrario,
incómodo para inteligencias
y sentimientos perezozos,
bisturí o o látigo
autoconducido y siempre proclamado
a sí mismo.Al
contrario de Ciro de Los Angeles,
Otro montesclarense famoso
en el mundo de las letras,
este sereno machadiano, universalista,
acomodado como un viejo funcionario
público, disfrutador
de un silencio invisible.Darcy
Ribeiro es y se prefigura
agitado, fogoso, tropicalmente
brasileño, caliente
de alma y cuerpo, de vendaval
y de lucha, instintivo, felino
como un condor. De inteligencia
salvaje, incontenible, Darcy
raciocina como una brisa de
amor a todo lo que es cultura.Curtido
primitivamente en el sol y
en el suelo del sertón
de Montes Claros, fruto teórico
de la tenura y del instinto,
de la voluptuosa ambición
de mundo.Darcy
es una caldera inmensa, efervescente
de ideas como queriendo vivir
en una sola vida todas las
vidas. Mortal, tiene pretenciones
de inmortalidad e inmortal
se hizo por los hechos multihechos.Bien
brasileño, latinamente
apasionado, trae en el alma
el Mulo Darcy retazos de pieles
de todos los colores: el color
del indio, el color del negro,
recuerdos atávicos
del misticismo de los celtas,
la aguerrida fuerza de los
viejos godos, el gusto del
mando del alma ibérica,
una noción tan grande
del espacio y de la gloria
que sólo los navegadores
fenicios podrían haber
impregnado la sangre de los
marineros del viejo Portugal.Y
hay más: Darcy es lúbrico
como un cristiano nuevo, fogoso
como un caballero árabe
nómada. En realidad,
es un hombre com el alma de
pura raza y no sólo
la portuguesa, la india y
la africana, mezcladas en
jarrito brasileño.Es
de la raza humana, pues, portador
de muchas virtudes y de muchos
defectos, un caldo bien condimentado
de semens salidos de una ducha
eterna, no se por qué
nacido en Montes Claros.El
Mulo es esta ciudad sedienta
de fuerza humanamente socia
de Dios en la distribuición
de la vida y de la muerte
divinamente sediento en la
búsqueda del amor creadoramente
envolvente en la caza del
mando y del poder .Sensual,
oportunista, material, religiosamente
mística, hambrienta
de novedad, soñadora
de futuro.El
Mulo es un pedazo de cada
criatura que vive ebria de
la propia tierra natal, hombre
o mujer.El
Mulo tiene mucho de João
Valle Maurício en la
palabra y la sutileza, mucho
de Konstantin en la anatomía,
en el diseño de las
fuerzas; mucho de Crispín
de la Rocha en el faro del
hombre del campo, fuerte e
inteligente.Mucho
de Filomeno en la sed de tener
y de gobernar; mucho de Plínio
Ribeiro, en el misticismo,
en el gusto de idear, en el
ser y el no ser de la vida.El
Mulo es Darcy y es Mário
Ribeiro, inconsecuentes y
perseverantes, siempre determinados.El
Mulo, centro de una bien romanceada
trama de Realismo y Naturalismo,
barroco tal vez por los contrastes,
hereditariamente marcado por
el destino, fruto del amor
y del desamor, sin ataduras,
sin origen y sin destino producto
de la tierra y de la carne,
somos eso es la verdad de
todos nosotros, pequeñas
grandiosas criaturas en el
sufrir y en el gozar.
Y
que Dios nos perdone. Amén.