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Wanderlino Arruda
Djalma Souto




 

El Inconfidente Aleijadiño

Wanderlino Arruda

No me recuerdo cuando estuve por vez primera en Congoñas del Campo, pero me recuerdo muy bien con que objetivo y con quien recorrí las viejas calles y las laderas pobladas de los indelebles trazos del arte de Aleijadiño.
Sé que estaban como guías Manuel y Nair, y como compañeros de viaje, Olimpia, João, Wlader y me parece que también Danilo y Denilson. No era una caravana muy grande, pero, mezclada a otros turistas, daba un buen movimiento y gran alegría.
Visitamos Congoñas después de pasar por Ouro Preto y Mariana, a esa altura ya habíamos gastado dos filmes con fotografías de casas e iglesias viejas y pequeñitos niños.
Fue en Congoñas, al pasar y volver a pasar por una de las capillas, al recorrer el adro lleno de sol de la Iglesia del Buen Jesús de Matoziños, al ver de lejos y de cerca cada escultura hecha con las manos mutiladas del mayor de los genios de nuestro arte barroco, fue que realmente pude percibir la grandiosidad del talento de Antonio Francisco Lisboa.
No se puede describir la sensación de éxtasis frente a la obra nunca antes tallada o después repetida con tanto sentimiento y determinación.
Cuan maravillosa fue aquella inteligencia inventora, cuan realmente fuerte fue aquella voluntad de esculpir un momento de fe y de deseos de libertad.
Como es sabia la rueda del destino al colocar en el lugar y la hora ciertos el cinzelador de los más nobles ideales.
Aleijadiño, Aleijadiño, ¿Cómo puede un hombre solo, aisladamente, sin dedos, sin manos, cortar la piedra con tanta sabiduría y belleza espiritual?
¿Cómo puede un hombre tan lleno de deficiencias físicas valer por una multitud incansable y, destemida?
¿Que genios movieron sus pedazos de brazos, Aleijadiño?
¿Habrán sido la presencia de Gonzaga, de Marília, de Cláudio Manoel, de Heliodora y de Alvarenga, o de su nuera Joana el incentivo a su poder de creación?
¿Habrá sido el amor o el odio lo que con mayor profundidad marcar su obra?
Aleijadiño, parece, que usted retrata hasta hoy, en el rostro y en los gestos de cada torturador lo que hay de más pavoroso en la personalidad humana.
Delante del Cristo sereno y confiante, la dureza de los verdugos, símbolos de los enemigos de la libertad de todas las épocas.
Barrocos los contrastes, barrocos los abismos entre el bien y el mal.
Actualmente, las investigaciones ya explican convincentemente que usted, Aleijadiño, quiso apenas perpetuar la perplejidad del momento de la Inconfidência, ya que usted también era uno de los que soñaban con la libertad de Brasil.
Así, parece ahora tan lógico, que Oseas sea Alvarenga, que Daniel sea Gonzaga Jonas sea Tiradentes, Jeremías con botas y rabo de caballo, el oficial Francisco de Paulo Freire Andrade!
¡Como está claro, Aleijadiño que Amós, exhibiendo trazos negroides y un objeto frígido, sea pueblo brasileño y usted también, Antonio Francisco Lisboa!
Bien dijo Gilberto Freire hace poco tiempo en una entrevista para la televisión: hasta hoy Brasil sólo tuvo dos genios verdaderos: uno en Minas Gerais, Aleijadiño y otro en el Nordeste, él mismo.

 


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